Los efectos negativos de la pornografía en la salud física y mental

Por: Equipo Sexshop Boudoir de: Sexualidad de: Comentario: 0 visto: 945

Cada cosa que hacemos a lo largo del día modifica la estructura de nuestro cerebro, pues dicho órgano posee una característica llamada neuroplasticidad, que lo hace flexible flexible y moldeable. ¿Te sorprendería saber que el cerebro sufre cambios importantes si consumimos pornografía frecuentemente? Y no solo eso, los consumidores habituales de pornografía corren el riesgo de acabar siendo arrastrados por una espiral de excesos y abusos a su propio cuerpo con los que irremediablemente dañará su salud física, sexual, mental y emocional.

Hasta donde la historia nos ha permitido conocer, la pornografía es más antigua de lo que imaginamos. E los restos ruinosos de algunas ciudades romanas se han encontrado centenares de esculturas y pinturas que retratan cuerpos desnudos en pleno acto sexual. Sin embargo es en la época reciente que el consumo de pornografía se ha disparado a niveles sorprendentes, gracias al internet. Tan solo en el año 2019, el portal Pornhub recibió más de 42.000 millones de visitas. 

La ciencia ha realizado hallazgos recientes que demuestran que el consumo de pornografía tiene efectos nocivos en la salud del ser humano. Si bien las investigaciones están en su fase inicial, se sabe que los videos pornográficos, al ser demasiado estimulantes, afectan al cerebro de un modo similar a como lo hacen las drogas, y que las personas adictas a esta clase de contenido audiovisual presentan a menudo problemas como depresión, ansiedad y disfunción eréctil. 



Deteriora la calidad de la vida sexual

El consumo prolongado de pornografía puede causar disfunciones sexuales en los individuos, sobretodo en forma de incapacidad para lograr erecciones o para llegar al orgasmo al tener relaciones sexuales con otra persona. De igual modo, puede deteriorar el nivel de satisfacción que experimenta durante el coito, así como el interés que muestra para con su pareja.  

El motivo de que así suceda es el siguiente. Cuando somos estimulados sexualmente, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor  que entre otras cosas regula la motivación, la emoción y los sentimientos de placer. Las escenas que pueden verse en cualquier video pornográfico, al igual a como sucede con sustancias estupefacientes, son hiper estimulantes para los centros del placer del cerebro y desencadenan una secreción antinatural de dopamina en niveles muy elevados, algo que puede deteriorar la síntesis y la liberación de dopamina de cara a estímulos naturales, así como inutilizar los receptores nerviosos dopaminérgicos. 

Por esta razón, las personas habituadas a ver pornografía en su día a día, generalmente recurren a su ordenador o teléfono celular cuando sienten la necesidad de sentir placer sexual, en lugar de dirigirse a su pareja o salir en busca de un compañero sexual. Quienes se hacen adictos a esta clase de estimulación artificial, muchas veces pierden el interés en mantener relaciones sexuales con otras personas, pues sus cerebros se han habituado a la hiperestimulación del contenido pornográfico y ha desarrollado tolerancia a los encuentros sexuales ‘en persona’. De manera que no es coincidencial esta pérdida de interés. 



Disfunciones mentales y emocionales

Una vez que el los centros del placer del cerebro han sidos desensibilizado por la hiperestimulación, las bases están sentadas para el desarrollo de disfunciones sexuales, y las consecuencias pueden ir aún más allá. 

Las investigaciones realizadas han encontrado que si la transmisión de dopamina se ve alterada, somos más vulnerables a presentar enfermedades mentales como ansiedad y depresión. Los resultados son concluyentes y evidencian que los consumidores habituales de porno presentan un mayor riesgo de manifestar síntomas depresivos, tienen una calidad de vida más baja y una salud mental menor respecto a aquellas personas que no ven contenido pornográfico. 

Otro hallazgo revelador obtenido en las investigaciones, es que los usuarios desarrollan una necesidad compulsiva de consumir pornografía cada vez más explícita y con mayor cantidad, incluso así hayan dejado de disfrutar de lo que ven. Esta separación entre lo que les gusta y lo que desean es un rasgo característico de la desregulación del circuito cerebral del placer. 

Según datos recabados por el portal pornográfico Pornhub, los usuarios de internet cada vez se muestran menos interesados por mirar videos pornográficos con escenas que asemejen al sexo convencional. En su lugar, este gusto ha sido reemplazado por temáticas como el incesto y la violencia sexual.

Para explicar esta tendencia, los investigadores han hallado que cuando una persona eleva su consumo de pornografía la actividad cerebral se hace menos intensa al presenciar contenido pornográfico convencional. De este modo, los usuarios dejan de encontrar estimulantes videos e imágenes sexualmente explícitos que alguna vez les parecieron excitantes y comienzan a explorar diferentes tipos de porno cada vez más distanciados de lo convencional. 

 

¿Guarda relación con el aumento de las cifras de violencia?

En los últimos años las cifras de violencia en nuestra sociedad han mostrado un incremento preocupante, del mismo modo en que lo ha hecho el consumo de pornografía. Si bien no se podría afirmar que el consumo de porno influye directamente en las estadísticas de incidentes violentos en el mundo real, se podría establecer una relación a través de una hip. 

Nuestro cerebro está dotado de neuronas espejos, un conjunto de células cerebrales que se activan cuando realizamos alguna acción, y también cuando vemos que la misma acción es realizada por otra persona. Este mecanismo imitador hace que seamos automáticamente influenciados por todo aquello que presenciamos, de modo que existe la posibilidad de que el contenido pornográfico con matices violentos pueda contagiar en las personas conductas violentas que finalmente se vean reflejadas en la sociedad.

 

Puede disminuir áreas del cerebro

El consumo de pornografía ha sido relacionado con daños a la corteza prefrontal, la parte de nuestro cerebro que se encarga de desempeñar la función ejecutiva, la cual engloba un conjunto de habilidades cognitivas entre las que se incluyen la fuerza de voluntad, el autocontrol y la moralidad. 

Para poder entender con exactitud el rol de la función ejecutiva en el comportamiento del individuo, es necesario señalar que en la infancia permanece subdesarrollada, motivo por el que a los niños se les dificulta regular sus impulsos y sus emociones.  

Si la corteza prefrontal recibe daños o desgaste durante la edad adulta una condición denominada hipofrontalidad, el individuo tendrá predisposición a tomar malas decisiones y a mostrar una conducta impulsiva y compulsiva. En otras palabras, el contenido sexual explícito puede hacer que nuestras conexiones cerebrales retrocedan a un estado similar al que tuvieron durante la infancia. 

Sin embargo, la buena noticia es que así como el cerebro resulta deteriorado por el consumo prolongado de pornografía, dichos daños pueden revertirse tan pronto la persona abandona el hábito de consumir contenido sexualmente explícito. Esto es gracias a la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para repararse y cambiar.

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